domingo, 15 de junio de 2014

96 - La piel de gallina

Ayer a las cinco de la tarde jugamos un partido de baloncesto con el que nos jugábamos quedar primeras o segundas. Todo el equipo estaba muy motivado pero a la vez nervioso.
Hicimos el mejor calentamiento de toda la temporada, corrimos al máximo que pudimos, metimos todas las pelotas de la rueda de entradas, hicimos el spring más potente y finalmente, el grito más fuerte antes de salir a la pista para llevarnos la primera posición.
El partido empezó y estaba muy tenso. Íbamos empatadas, un punto arriba o uno abajo, pero nadie marchaba de una gran distancia.
Cuando faltaban veinticuatro segundos para el final del partido, el último ataque, estábamos un punto arriba, pero si ellas metían una canasta perdíamos el partido. Estaba haciendo una defensa muy intensa, cuando de golpe me fijé un segundo en el marcador y de golpe, sentí como mi santo interior (mi alma), se me fue al cielo. No pude hacer nada para evitar que la otra metiera canasta.
Perdimos de uno pero no pude hacer nada para remediarlo. Nunca me había pasado antes, fue una sensación muy extraña, me sentía libre, más libre que nunca. Y además el tiempo se paró. Desde entonces, soy libre literalmente, no tengo a nadie dentro, y siempre hago lo que quiero.

                                         

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