Todo empezó cuando mis padres, Toni y Olga, tenían veinticuatro años aproximadamente que fue cuando se vieron por primera vez. Esta mirada fue muy agradable y sintieron como una felicidad de golpe. Al poco tiempo de haberse visto, se volvieron a ver, pero esta vez no fue en la calle, sino en el Corte Inglés. Y es más, a partir de aquel día se verían día tras día, ya que trabajarían juntos.
Cuando se cruzaban o se saludaban sentían como un cosquilleo agradable. Poco a poco fueron quedando y se conocieron más, que si sus gustos, sus aficiones, sus secretos, sus miedos, sus secretos que nunca antes habían desvelado...todo esto hizo que poco a poco se fueran enamorando sin saberlo el uno del otro. Hasta que una noche, la de la lluvia de estrellas, se dieron el primer beso, un beso que desprendió amor y dulzura.
Ellos no lo pensaban, pero esta fue una vinculación tan especial, que pasarían toda la vida juntos, hasta que la muerte los separase. Y es que esto se lo dijeron, el día de su boda, tres años después de su primer beso. Después del si quiero empezó una nueva etapa en sus vidas que nunca hubieran imaginado. Fue entonces, cuando mi madre tenía veintiocho años, que decidieron tener un hijo. No les costó y el aunque no quise salir, finalmente, el veinticuatro de enero de mil novecientos noventa y nueve, el deseo de verme en persona, se cumplió. Y con el nombre de Paula es con el que decidieron llamarme.
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